Cada vez más mujeres y personas con capacidad de gestar, hemos adoptado como parte de nuestra narrativa de vida, el poder de decisión sobre nuestros cuerpos y la forma en que queremos o no atravesar la maternidad. Con mis amigas siempre hablamos de cómo vemos lo de ser madres, ese hecho que parece enmarcar la vida de las mujeres (o parecía) y que ahora significa para algunas, un tema para reflexionar y debatir, antes de lanzarnos a ejercer esa labor que nos acompañaría para toda la vida.
Pensemos en cómo la sociedad patriarcal que habitamos recarga sobre las mujeres o personas gestantes, la responsabilidad de asumir los cuidados sexuales y reproductivos, como si por tener el cuerpo que puede parir, nos toca encarar todos los cuidados y consecuencias, aún y cuando se nos socializa alejadas de la sexualidad responsable, se espera que seamos nosotras quienes asumamos estos cuidados. Saber que podemos decidir sobre la maternidad y ejercer este poder, es un privilegio que yo considero de clases, un espacio reflexivo que habitando otras condiciones materiales y de vida, a lo mejor yo no tendría.
Seis de cada diez mujeres no puede acceder a servicios básicos para atender su salud sexual y reproductiva en los municipios más poblados de Apure, Sucre y Táchira, advirtió la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa) en mayo del 2023, dentro de su Evaluación de la salud sexual y reproductiva.
Organizaciones de la sociedad civil como Faldas R, por ejemplo, nos dice en su informe del 2023 que generaron 29 espacios en el marco de la Ruta por la Sexualidad Responsable y Placentera, en ellos hubo una participación de 588 personas a quienes se les distribuyó:
- 59 implantes subdérmicos
- 47 tratamientos para un año de pastillas anticonceptivas
- 1224 métodos anticonceptivos de barrera (condones masculinos)
- 117 copas menstruales
Todos estos esfuerzos, que además de ser valiosos, son transformadores cuando hablamos del goce de nuestros derechos sexuales y reproductivos, sin embargo, sabemos que es necesario que se gestionen políticas de estado que garanticen la protección y el goce para todas las personas en cualquier etapa de su vida sexual y reproductiva, entendiendo que la responsabilidad viene de las instituciones creadas y sostenidas para el servicio de la sociedad.
Teniendo en cuenta todo nuestro contexto, vale reflexionar cuáles son las condiciones que atravesamos cuando estamos decidiendo,es importante señalar que vivimos en un país con una de las legislaciones más restrictivas cuando se trata de interrupción voluntaria del embarazo, la crisis del sistema de salud, deriva en una pobre propuesta de anticonceptivos disponibles teniendo en cuenta la diversidad de demandas y necesidades, esos mismos métodos resultan, para muchas mujeres, un desafío económico que a veces no se puede abordar.
Por eso al pensar en mi capacidad de decidir sobre la maternidad, me encuentro preguntándome constantemente: ¿si mi condición económica fuese mejor y más estable, también decidiría no tener hijes?, ¿si viviera en un estado que garantizara condiciones de salud dignas, sentiría el mismo miedo de enfrentarme a sus circunstancias desempeñando la marternidad?, no lo sé, a lo mejor si conservaría mi decisión, porque la entiendo desde una amplitud mayor a lo material, pero eso por ahora no lo sabremos, lo que si es que es bastante complejo imaginarnos a veces fuera de estas limitaciones y estructuras, que en cierta forma nos dan un corto espacio de libertad y opciones para tomar decisiones tan importantes como maternar.
Quisiera que los criterios que guiaran mi decisión de no ser madre vinieran en su mayoría de mi, mis cuestionamientos sobre la vida, la percepción que tenga del futuro y no de la desconfianza al sistema educativo, de salud y de seguridad del país donde vivo. Me gustaría que la fe por mis metas y mi plan de vida, pesara más que la incertidumbre del escenario social de mi país cuando me cuestiono si quiero o no ser mamá.