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Feminismo como contra/narrativa ante el auge del conservadurismo

Un análisis crítico por: Mima Cortez

El presente texto analiza detenidamente el papel del feminismo como contranarrativa frente al relato dominante del conservadurismo actual. En contextos políticos y culturales contemporáneos se observa una fuerte insistencia en la preservación de valores tradicionales, la exaltación de la tradición y la moral conservadora, lo cual ha llevado a la renovación de discursos que reivindican el orden social histórico. Sin embargo, el feminismo ha emergido como una respuesta crítica a esta narrativa, contestando tanto la idealización de un pasado conservador como la cooptación de discursos que, en apariencia, intentan conciliar la liberación femenina con valores tradicionales.

Esta investigación se propone explorar cómo, a través de diversas estrategias y enfoques, el feminismo se ha configurado para contraponer las tendencias conservadoras en ámbitos tan variados como la política, la cultura y los medios de comunicación. La revisión de múltiples fuentes evidencia que, mientras el conservadurismo aboga por una moderación basada en valores inmutables y una clara división de roles, el feminismo insiste en la deconstrucción de estas jerarquías y en la búsqueda de igualdad sustantiva, superando interpretaciones reduccionistas vinculadas únicamente a cuestiones estéticas o de representación.

El conservadurismo, en su forma contemporánea, se caracteriza por un apego riguroso a una serie de valores que apuntan a la estabilidad, la tradición y el orden social. Desde la perspectiva de figuras como Michael Oakeshott, el conservadurismo se sostiene en la premisa de que la política debe regirse por la moderación y la preservación de estructuras morales arraigadas en la tradición6. Este discurso, que denota desconfianza hacia la racionalidad excesiva y la abstracción política, propugna un entramado moral que se basa en la idea de que la convivencia social se ve favorecida por una ética tradicional y por instituciones que derivan su legitimidad de prácticas históricas y culturales comprobadas6.

En artículos como “La perspectiva liberal-conservadora”, se destaca que la renovación del liberalismo conservador implica la recuperación de los valores y principios originarios para responder a los desafíos del siglo XXI. Aun así, la crítica hacia el conservadurismo también evidencia contradicciones inherentes a su discurso. Por ejemplo, se interroga: ¿qué sentido tiene hablar de conservación si se renuncia a defender los principios que le han caracterizado en un contexto de crisis política y social?

Asimismo, movimientos virales recientes, tales como la proclamación de estéticas tradicionales (la “tradewife” o la estética old money) en redes sociales, ponen de manifiesto un anhelo de retorno a estructuras consideradas más estables y seguras en medio de la inestabilidad actual. Esta revalorización del pasado, aunque de naturaleza estética, enfatiza una resistencia frente a las transformaciones sociales y políticas promovidas por voces progresistas.

Visualización: Tabla comparativa — Conservadurismo vs. Feminismo

El feminismo, en su trayectoria histórica, ha sido una herramienta crucial para la transformación social y la reivindicación de los derechos de las mujeres. Con sus orígenes en las luchas de las sufragistas y la consolidación de diversas olas feministas, el movimiento ha evolucionado de manera constante para responder a las necesidades cambiantes de la sociedad. Sin embargo, en la actualidad, el feminismo se configura también como una respuesta crítica frente a un discurso conservador que tiende a limitar el alcance de la emancipación femenina al encapsularla dentro de valores tradicionales y, en ocasiones, contradictorios.

La paradoja del feminismo contemporáneo se evidencia en la existencia de lo que algunes denominan “feminismo conservador”, una tendencia en la que líderes políticas de derechas, como Giorgia Meloni, Marine Le Pen y Alice Weidel, adoptan ciertos elementos del discurso feminista sin cuestionar, al mismo tiempo, aquellos aspectos que promueven valores tradicionales y excluyentes. Este fenómeno muestra cómo el feminismo ha sido tomado en ciertos círculos políticos para legitimar posiciones que, en apariencia, honran la visibilidad femenina pero que, en la práctica, refuerzan una estructura patriarcal y jerárquica.

Los. feminismos. verdaderos, están en  contraposición a estas interpretaciones, se orienta hacia una liberación integral que trasciende la mera lucha por la igualdad formal. Se trata de una propuesta que insiste en la necesidad de reconocer y transformar las desigualdades estructurales y de abordar la diversidad de experiencias e identidades de las mujeres e identidades feminizadas, no solo en función de su género, sino también considerando factores como la raza, clase social y orientación sexual. En este sentido, el feminismo se consolida como un proyecto político, cultural y social que desafía directamente las narrativas conservadoras y sus intentos de revalorizar el pasado a costa de perpetuar exclusiones y desigualdades.

La confrontación entre el feminismo y el discurso conservador se manifiesta en múltiples ámbitos, desde la política hasta la cultura, donde la representación mediática juega un papel crucial. La construcción de imágenes y estereotipos en los medios de comunicación expone las tensiones inherentes a ambos discursos. Por un lado, se observa que el conservadurismo promueve narrativas que reafirman la imagen de la mujer como objeto o víctima, una representación que a menudo se asocia a la pasividad y dependencia. Por otro, el feminismo lucha por visibilizar una imagen empoderada y plural de las mujeres, que desafía no solo los estereotipos sino también la lógica de la exclusión y el sesgo mediático.

Estudios recientes han destacado que, pese a los avances en materia de visibilidad, los medios masivos ahora digitales,  continúan privilegiando ciertos modelos hegemónicos en la representación de las mujeres. Por ejemplo, en el papel que juegan en las redes sociales y en publicaciones de prensa, se reitera la narrativa de la mujer como figura secundaria o subordinada al hombre, lo cual refuerza actitudes conservadoras históricas. Este escenario se complica cuando las plataformas digitales se convierten en el escenario de una lucha abierta entre discursos, en donde el feminismo utiliza las mismas herramientas de visibilidad que el conservadurismo para contrarrestar sus mensajes represivos.

El análisis de discursos en diversos espacios digitales evidencia cómo el antifeminismo ha migrado a estas plataformas, presentándose con retóricas que, si bien en ocasiones se disimulan bajo un discurso “moderado”, en realidad adoptan posturas que victimizan a los hombres y justifican la violencia machista. Este fenómeno subraya la importancia de la contranarrativa feminista, que no solo se opone a las interpretaciones distorsionadas de la igualdad sino que busca abrir un espacio de debate que incluya las voces de todas las mujeres, en especial aquellas marginadas por la hegemonía mediática.

La intersección entre la política y la cultura se ve reflejada en debates en redes sociales y en foros de discusión online, donde se evidencia una polarización dialogada que enfrenta modelos dualistas. La insistencia en la diversidad comoo ncesidad visual, la multiplicidad de identidades y la inclusión de nuevos sujetos en la agenda feminista representa un desafío directo a la visión monolítica y estricta del conservadurismo.

Las redes sociales han emergido como una herramienta de doble filo en la configuración de discursos feministas y conservadores. Por una parte, proporcionan un espacio sin precedentes para la visibilidad y la organización colectiva, y por otra, facilitan la propagación de discursos de odio y antifeministas. La digitalización de la esfera pública ha permitido que tanto promotores de la igualdad como otres actores, utilicen plataformas virtuales para difundir sus mensajes y movilizar audiencias hacia un camino de la equidad.

En el análisis de publicaciones en redes sociales, se ha constatado que mensajes feministas que abogan por una representación justa y equitativa de las mujeres y otras disidencias, se enfrentan a contraataques vigorosos por parte de actores que buscan preservar narrativas tradicionales y, en ocasiones, victimizar al género masculino. Este enfrentamiento resulta especialmente palpable en plataformas como Facebook, Twitter, y Reddit, donde se observan episodios de desinformación y ataques coordinados contra iniciativas que reivindican la igualdad.

El fenómeno de la viralización de discursos de “tradewife” y estéticas old money es particularmente relevante en este contexto, ya que dichos mensajes apelan a una nostalgia por un pasado idealizado y se configuran como respuesta a la modernidad y a la diversidad que propone el feminismo. La respuesta feminista, en cambio, se centra en utilizar estrategias de organización digital basadas en la denuncia, la educación y el refuerzo de la solidaridad entre diversas comunidades afectadas por la desigualdad institucional.

Las estrategias para contrarrestar la desinformación incluyen la creación de contenidos educativos, campañas de sensibilización y la integración de nuestra agenda a movimientos comunicacionales internacionales (como #MeToo, #NiUnaMenos) para visibilizar así, las voces feministas y promover un debate informado. Sin embargo, el reto persiste en el hecho de que la misma infraestructura digital que facilita estos procesos también sirve como vehículo para la difusión de discursos conservadores adaptados a la era digital.

El feminismo, como contranarrativa, desafía el paradigma del conservadurismo dominante al cuestionar y transformar los modelos tradicionales de poder y representación. Este artículo ha mostrado, a través de evidencias empíricas y análisis crítico de múltiples fuentes, que:

  • La narrativa conservadora se basa en la estabilidad de valores inmutables y la defensa de un orden social tradicional, aspectos que se han renovado incluso en líneas estéticas y políticas en la era digital.
  • El feminismo auténtico se orienta hacia la reivindicación de la igualdad real, la inclusión interseccional y la transformación estructural, en contraposición a discursos que limitan la verdadera emancipación de las mujeres.
  • Las estrategias de comunicación digital juegan un papel central en la confrontación de narrativas, permitiendo que el feminismo amplíe sus bases y desafíe efectivamente los discursos antifeministas que, en ocasiones, se reconfiguran como un “feminismo conservador” sin compromiso transformador.
  • Finalmente, la redefinición de la igualdad, que reconozca y abrace las diferencias sin caer en la abstracción ideológica, es indispensable para avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa.

Las tensiones existentes en la batalla discursiva entre feminismo y conservadurismo resaltan la complejidad del escenario actual, en el cual cada acción, cada representación y cada estrategia digital se convierte en una pieza en el rompecabezas de la transformación social. La consolidación del feminismo como contranarrativa no es solo un desafío para las estructuras tradicionales, sino una oportunidad para forjar una sociedad en la que la diversidad y la igualdad sean verdaderamente palpables en todos los ámbitos.

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