¿De qué te enorgulleces? De tu valentía.
¿Qué celebras? Que no te quebraste.
¿Por qué festejas? Porque sigues a mi lado, compartiendo tu vida, tu energía y tu magia, y sobre todo, siendo feliz,a pesar de vivir en una sociedad que aún resiste al cambio.
A los 17 años, mi mejor amigo me confesó que era homosexual. Con el tiempo, me di cuenta de que para mí, ese mensaje de texto pudo haber sido simple, pero no para él. Hoy en día, soy consciente del enorme regalo y honor que me entregó, pero al mismo tiempo, desearía no haber tenido que recibirlo. Permíteme explicarte por qué.
Para mí, “Soy gay” son solo seis letras, pero para esa persona a la que tanto amaba,significaba liberarse de una máscara que llevaba puesta durante mucho tiempo y que pesaba y dolía y quemaba. Mientras que para mí fue como si me hubiera dicho que le gustaba la pizza (porque no representaba ningún tipo de problema o cambio), para él significaba enfrentar sus miedos y luchar contra los prejuicios y estereotipos con los que había crecido. Admiro profundamente el coraje que mostró mi amigo al atreverse a confiar en la niña criada en una familia católica y “nerdy” que era yo. Aunque quizá el hecho de que me pasaba escuchando “Fiesta Pagana” y “Aquelarre” de Mägo de Oz debió haberle dado una pista de que yo era un tanto crítica con la religión.
Pero lo importante es que lo hizo, se arriesgó al rechazo y decidió ser él mismo en lugar de seguir mintiendo.
Al ser consciente de la cantidad de discriminación, odio y rechazo que sufre la comunidad LGBTQ+, comprendo que ese mensaje de texto no solo fue un acto de valentía, sino un honor. Alguien a quien amaba consideró que podía ser un lugar seguro para ser auténtico. Sin embargo, no todos tienen la misma valentía o literalmente no pueden ejercerla por motivos de seguridad ni encuentran un lugar seguro. De ahí nace el doloroso camino de abandono y aislamiento que muchos niños, jóvenes y adultos LGBTQ+ deben recorrer debido a una sociedad intolerante.
Mi amigo me permitió verlo sin máscaras y estoy profundamente feliz de haber podido estar allí y acompañarlo. Sin embargo, ni mi amigo ni nadie debería verse obligado a seleccionar cuidadosamente con quién, dónde y cómo expresar su orientación sexual o identidad de género. El mundo debería ser un espacio seguro para todos. Lamentablemente, aún existen 72 países donde mi amigo, la hija de alguien , el hermano de alguien, el padre o la madre de alguien, es considerado ilegal. Además, en el resto del mundo todavía hay demasiada gente que se siente con el derecho de juzgar, dañar o pisotear a los miembros de la comunidad LGBTQ+. Por eso, desearía que mi amigo nunca se hubiera tenido que quitar esa máscara frente a mí, porque simplemente no debería haberla necesitado nunca.